Del Hunan al reclusorio: la foto que le quitó los privilegios a Lozoya

Bastaron 26 días para que el sistema judicial dejara tras las rejas a Emilio Lozoya, exdirector de Pemex acusado de recibir sobornos de la empresa brasileña Odebrecht


Emilio Lozoya perdió las comodidades: este miércoles entró al Reclusorio Norte en medio de empujones y tropiezos, y terminó recluido en ese centro penitenciario.

La imagen de Lozoya molesto, rodeado de abogados, cargando papeles, contrasta con la fotografía del sábado 9 de octubre, cuando fue captado departiendo con un grupo reducido de personas en un renombrado restaurante de las Lomas, el Hunan. Sólo bastaron 26 días para que pasara de la comodidad de ese exclusivo restaurante a la incomodidad del reclusorio.

El nuevo trato
La suerte del exdirector de Pemex Emilio Lozoya dio un giro de 180 grados en la audiencia de este miércoles, cuando la Fiscalía General de la República solicitó y obtuvo de un juez federal la prisión preventiva justificada.

Las fotos de la periodista Lourdes Mendoza no fueron consideradas formalmente por el juez federal como causal para la determinar la prisión preventiva, pero el hecho sí fue desahogado por la parte acusadora para solicitar un cambio en la medida cautelar y las imágenes rondaron en el ambiente de la comparecencia.

Aunque al inicio todo apuntaba a que el juez desecharía la petición del ministerio público federal pues minutos antes se le concedió una prórroga de 30 días para continuar recabando pruebas, al final a la petición se sumaron el abogado de Pemex y los representantes de la Unidad de Inteligencia Financiera. La autoridad concluyó que sí existía riesgo de la sustracción de la justicia por parte del exfuncionario en la administración de Enrique Peña Nieto, lo que causó la sorpresa de los presentes en la audiencia.

La audiencia
Emilio Lozoya llegó a la sala número uno del centro de justicia federal del Reclusorio Norte a las 9:45 de la mañana, acompañado por su madre, la señora Gilda Margarita Austin, y sus abogados.

Vestía un traje azul marino, camisa blanca y cargaba un portafolio negro de piel; Lozoya fue abordado por un elemento de la Guardia Nacional antes de ingresar a la sala para hacerle una revisión de rutina. Al finalizar el procedimiento, entró a la sala.

El espacio tenía la distribución de una sala de juicios orales: al frente, estaba colocada una mesa para el juez; después de él estaban instaladas dos mesas, de un lado permaneció Lozoya con su madre y dos abogados; al lado de la otra mesa se acomodaron seis personas: tres representantes de la FGR, un representante de Pemex y dos de la Unidad de Inteligencia Financiera.

Al ingresar a esa sala, Lozoya se sentó al lado de su madre, quien también lleva un proceso penal por operaciones con recursos de procedencia ilícita, el cual se desprende de las transferencias que le hizo su hijo.

A las 10:09 horas el juez Artemio Zuñiga declaró la apertura de la audiencia, misma que se había prorrogado y en la que por primera vez, Lozoya comparecía de manera presencial ante la autoridad.

Durante el desarrollo de la audiencia, Emilio Lozoya escuchó los argumentos de la FGR para solicitar al juez la prisión preventiva. Nunca pudo voltear hacia atrás a ver a los 15 reporteros en la sala porque no lo tenía permitido.

El exdirector de Pemex, por momentos, movía su cabeza o giraba su silla para ver directamente a la parte acusadora y se incorporaba a la mesa en señal de rechazo a las palabras del ministerio público o de los representantes de la empresa productiva del estado y la UIF.

"El acusado ha sido grosero, reticente, agresivo y evasivo de la autoridad", expuso Manuel Granados, representante de la FGR.

Lozoya escuchó y sólo se reacomodó en su silla. Poco se pudo ver de su rostro, pues en todo momento permaneció con el cubrebocas. Entre las pocas gesticulaciones evidentes fue que constantemente levantaba las cejas en señal de admiración o fruncía el ceño como una forma de extrañamiento; en otros momentos, en reiterados momentos miraba a sus abogados o incluso acariciaba con su mano derecha el brazo izquierdo de su madre.

La cena que se convirtió en argumento legal
El sábado 9 de octubre, la periodista Lourdes Mendoza dio a conocer en su cuenta de Twitter imágenes de Emilio Lozoya departiendo con un grupo de amigos en el Hunan, uno de los restaurantes más exclusivos de la Ciudad de México.

El comportamiento del acusado fue considerado por la Fiscalía General de la República como uno de los motivos por los que se debía decretar la prisión preventiva justificada.

"Con poco pudor procesal, se le vio departiendo con personalidades en un restaurante lujoso", dijo el ministerio público federal.

A este posicionamiento se sumó el representante de la Unidad de Inteligencia Financiera, quien afirmó que el comportamiento del imputado no es el de una persona que se encuentra en un proceso penal.

El juez determinó que no era justificable la prisión preventiva por esas razones ya que fue la propia Fiscalía General de la República la que determinó las medidas cautelares y estas consistían en no salir de la Ciudad de México y el área metropolitana, lo que no impedía que el imputado disfrutara de asistir a lugares como el mencionado en la audiencia.

Los motivos fueron otros.

Una foto que vale millones
Desde que se hicieron públicas las fotografías en el Hunan, el tema del juicio en contra de Emilio Lozoya se mantuvo en la opinión pública. Columnas de opinión, análisis del trato diferenciado entre el caso Lozoya y el caso Rosario Robles, etc.

Sin embargo, la foto tiene su propia numeralia: según el Centro de Inteligencia Política, que realizó un estudio sobre el costo de la cobertura mediática respecto a la fotografía, el impacto de la mista asciende a 157 millones de pesos. Es decir, ese valor se expresa en términos de lo que hubiera costado una campaña mediática que hubiera alcanzado la cantidad de impactos que tuvieron las fotografías.

Según ese análisis, Morena acumuló el 33% de la cobertura mediática sobre este hecho, de la cual; 15% proviene del presidente López Obrador en su conferencia matutina, otro 6% del canciller Marcelo Ebrard y 4% por parte de la FGR, donde aclara que Lozoya aún enfrenta un proceso penal en su contra.

Los números ilustran por qué, a partir de este momento, la FGR endureció su discurso y fue así que se presentó a la audiencia de este miércoles para solicitar la pensión preventiva.

El juez cambió el tema de la foto como quien le da vuelta a la carta de un restaurante, y se concentró en un hecho: Lozoya no ha buscado la reparación del daño.

Se dice inocente, pero lo detienen
En la audiencia, después de dos intentos, Emilio Lozoya tomó la palabra para aclarar, según él, que nunca se fugó y que los movimientos en las cuentas bancarias que son objeto de investigación de la FGR fueron realizados antes de que se convirtiera en funcionario público.

"Si lo que se quiere es que se persiga la verdad y si se quiere llegar a un acuerdo, estoy en la disposición", expuso.

Dijo que su calidad de testigo colaborador ha rendido frutos, que está satisfecho, y que si hubo algún acto de corrupción sobre el caso Odebrecht, existen beneficiarios de ese dinero que hoy están libres.

"No me arrepiento de hablar con la verdad, hay mucha gente que a la que no le conviene que esto (el caso Odebrecht) se conozca, hay medios de comunicación que recibían toneladas de dinero y muchas de las personas que recibieron ese dinero están libres", reveló.

Aunque Lozoya intentó persuadir al juez que no decretara la prisión preventiva justificada, a las 15:18 la autoridad determinó que el director de Pemex debía mantenerse bajo una medida cautelar.

Y aunque el juez desechó diversas consideraciones de la FGR, incluido el tema de la fotografía en el restaurante, sí tomó en cuenta el riesgo de fuga del ex funcionario, por lo que determinó que Lozoya Austin debía quedarse en el reclusorio norte durante el tiempo que dure el proceso penal.

La audiencia terminó a las 15 con 23. Lozoya tomó la mano y el brazo izquierdo de su madre y tras la declaratoria de la finalización, el imputado fue abordado por dos elementos de la Guardia Nacional y lo sacaron de la sala. Su mandre esperó a poder salir en la camioneta negra en la que se trasladó con su hijo al reclusorio.

Por David Santiago | Expansión

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